13.1.13

Ahhh...

Tener un rato para escribir algo en el ritmo de vida que vengo llevando es todo un suceso. Por eso, y porque  tengo algunos dolores, pienso aprovecharlo.

Hoy en eventos de lo más inocentes vi moverse al monstruo del tiempo. Me (y nos) vi envejecido (s), sentí el rigor de un transcurrir odioso. Lo vi pasar, toda mi vida lo sentí moviendose, como una vibora reptando, arrastrando su baba inmunda por mis días. Lo vi y no hice nada, o peor, hice mucho para no creer que no hacía nada, una especie de guerra sorda y fútil contra lo que impotentemente trato de evitar.

Ahí está, viejo, somos grandes, algunos tienen hijos, el tiempo nos hizo mierda y nosotros pensando que quizás todo era mejor cuando la cuestión era dónde conseguir cerveza, dónde juntarnos a zapar, dónde perder las horas que hoy añoramos. Ahí está todo lo que alguna vez supuse, bien supuesto, hoy lo veo, vital.

Estoy empezando, muy lentamente y sin riesgos mayores, a perder pelo. Nunca voy a ser pelado, es un don genético, sí. Pero lo simbólico de esa pérdida me planta frente a lo inevitable de mi presente. Eso, "mi presente" ya es el futuro, ese que miraba parado en el pasado y decía "no, no quiero llegar, para qué si acá estoy bien". 

Me choca saber que todo lo que me sale escribir es un cúmulo de quejas sobre la vejez. 25 años, casi 26, y le digo vejez... Sé de muchos que me golpearían, pero es la realidad. La vida pasa hasta los 20, 21 años. Después nos quedan décadas de añorar lo lindo que fue, o tratar de revivirlo en otros hechos y a través de los que vienen. Ya no soy completamente feliz, ni voy a volver a serlo. Mis amigos del alma sufren y envejecen como yo; se preocupan por sueldos y balances como yo, piensan en hijos y viviendas como yo, miran el pasado con angustia y anhelo como yo.

Hoy, mientras caminaba a vivir 2 horas de adolescencia forzada con quienes la viví en plenitud, pensé que en la vida todo lo que es lindo es triste. Y mientras más lindo, más horriblemente triste. La angustia irrefrenable de que todo va a ser pasado me impide disfrutarlo al cien por ciento. Culpo a mí cabeza, a mis profesores de filosofía, a pink floyd y a varios libros, pero la única culpa la tiene la vida. Cortemos la mentira, la vida no es un regalo, no es un don. La vida es una hija de puta. O la puta misma, pensandolo bien... pero es una puta histérica, te da para sacarte, te deja con la angustia de saber lo bueno que pudo haber sido todo... y nunca va a volver a ser.

No, no estoy tan mal. No quiero matarme, no odio vivir, no lloro mientras duermo. Mañana me voy a levantar para seguir viviendo presentes tolerables, pasado mañana los voy a sentir imborrables, en algunos meses se me van a antojar únicos. 

Será que la vida es una puta histérica, sí, pero yo ayudo siendo flor de pollerudo.

No hay comentarios: