9.5.11

Parajoda

Lo primero son las ganas de escribir.

E inmediatamente después viene la paradoja. O parajoda.

Si, parajoda, porque le queda mejor. Infinitamente mejor. Le queda mejor a ese absurdo de tener ganas de escribir pero no saber de que, y entonces mirar la hoja en blanco, balbucear, desdecir, volver a babear y tachar con la mano y el codo lo que escribí con las venas.

Claro que parajoda le queda mejor.

Me imagino un dios gordito y resentido, burlado por sus compañeritos dioses en su colegio primario para dioses. Si, me imagino un budita (aunque no sea un dios, me tomo la licencia) bastarteado por Alá y Anubis, estafado por Yahvé e ignorado por Isis y Minerva.

Me imagino (decía y me fui) un dios gordito y resentido, trazando todos los estúpidos senderos que desembocan en esta noche, en esta cama, en estas teclas. En mis ganas de escribir pero sin saber de qué. Oh, enorme paradoja! Oh, divina parajoda! Se regocija el dios gordito y descarga sus frustraciones sobre mí, pobre muñeco de barro, imbecil Adán secuestrado por Evas vestidas de versos.

Se regocija en su demencia, pobre dios loco y gordito, toda la tarde jugando a darme vida, solo para llegar al climax paradójico (¿parajódico?), solo para animar a su catarsis. Lindo dios, gordito y tenso, adorable Buda pintado de dudoso dorado, revestido de dudoso betún de judea, indudable (¿Indudosa?) procedencia china. ¿Estás feliz ahora?

¿Estás feliz ahora, que después de tanta vuelta voy a terminar diciendo que di tanta vuelta para terminar diciendo que di tanta vuelta que ya caí en tu parajoda?

¿Estarás feliz, gordito infame? Sigo dónde empecé, con el mismo gusto a nada y las ganas de escribir tan intactas, y estos renglones que fueron como cojer (¿coger?) sin amor. Porque sí, porque me habré sacado la leche, pero no sentí nada más allá de una mera eyaculación verbal. Semen dialéctico, semen semántico, seméntico, bah! Ni concepción, creación, vibración, expresión...

No señor, no sentí nada de eso, no sentí nada de nada. Lo único; la familiar sensación de haber estado caminando sin rumbo, y de ya haber pasado por acá.

Eso, y la noción pegajosa de un dios gordito y resentido que se ríe mientras me hace caminar en circulos.